miércoles, 1 de febrero de 2012

Lisboa. Un melodrama, novela de Leopoldo Brizuela

¿El pésimo escaneo invitará a la curiosidad?
Ni por asomo me propongo reseñar Lisboa. Un melodrama, novela de Leopoldo Brizuela (Alfaguara, 2010, 724 páginas), porque seguro que varios lo han hecho ya mucho mejor de lo que yo podría.
Sólo escribo apurada, pensando en amigos y lectores de este blog, en cómo evitar que se vean privados de iniciar esta aventura de adentrarse en un perfecto melodrama argentino, ocurrido en una sola noche, años 40, plena guerra, en la Lisboa aún neutral. No se dejen amedrentar por el tamaño de la obra, porque una vez adentro, ya no se quiere (ni se puede) uno alejar de los mundos de esos personajes, tan bien presentados en el comienzo con el listado de Dramatis Personae al que uno recurre sólo al principio porque avanzada la lectura ya nos sentimos muy familiarizados con todos y cada uno, con los históricos y con los puramente ficcionales (aunque todos lo son), involucrados en esas tramas en las que, al entrecruzarse, van descubriendo temas en común: (¿quién soy?) la posesión de un secreto doloroso que condiciona la vida entera; la bastardía (busca de identidad, rechazo); las madres locas; los padres abandónicos; los hijos sin hijos (No future); los hijos sin padres; los tránsitos de los artistas (fadistas y tangueros, argentinos y europeos) entre los márgenes del lumpenaje y los aristócratas; el exilio, la homosexualidad. El suicidio y la muerte. Los perseguidos y los perseguidores entre los que, al parecer y como ya se sabe desde que el mundo es mundo, se divide la humanidad.Todo ello en un contexto en que los vínculos del poder político, religioso y económico se manifiestan al límite del equilibrio entre la neutralidad (portuguesa y argentina) y la guerra, la diplomacia y las armas; en la Argentina (que es como el fuera de campo constante) en el recuerdo el ocaso de una etapa y de una clase oligarca argentina decadente, el lento ascenso de los hijos de los inmigrantes de la Europa del gaseo de retardados y judíos en los campos y el reviente de los tugurios y cabarés del puerto de Lisboa, donde los pobres se ganan la vida mediante la prostitución, el robo, el chantaje y la extorsión. Y los ricos hacen exactamente lo mismo.
Como un arquitecto magistral de la palabra (sic, sic), Leopoldo Brizuela estructura la obra desde el centro de esa larga noche que comienzo con el atentado ¿terrorista? al barco Boa Esperanca, anclado en el puerto y en el que planean huir miles de refugiados ante la eventual ocupación nazi. El clima de caos y apocalipsis que se origina, las voces, la atmósfera triste de los fados y las nostalgias de los tangos discepolianos, como en un drama balzaciano (yo he sentido por momentos, además de las referencias expresas a Dostoievski y otros genios del melodrama, citados a Dickens, a Balzac) hacen emerger los saudade y el clima de clausura de futuro (y de esperanzas) propio del género. (Y esas pinceladas de histrionismo, un humor grueso por momentos, que nos permite el respiro de una carcajada que pone un poco en ridículo incluso a los personajes menos queribles, las escenas del pajero y cobarde Ordóñez, secretario del consulado, con la fadista, bella y joven, Amália, o de la recorrida de su esposa, amargada y estéril, Sofía Abascal Oliveira con el "invertido" Darío, secretario del Maestro, me remiten a una comedia musical en la que en medio de la escena más sórdida los personajes se ponen a bailar una coreografía que alivia al lector/espectador).
¡¡¡Envidiable maestría narrativa y perfecta composición del tono, las voces, los matices de tantos personajes complejos, creíbles, que van mostrando las puntas de sus secretos tan de a poco en medio de los círculos infernales a los que esa noche de 1942, como una caída del telón, va revelando, para que sepamos lo que ocultan y quiénes son, como en los tangos y en el cine argentino de los 40!!!
Eduardo Cantilo, cónsul de la Argentina en Portugal, el Benfeitor que gestiona, en nombre del gobierno argentino, la donación para no sé sabe qué hambriento destinatario, de un barco cargado de trigo; Ordoñez y su esposa Sofía; Oliverio, exiliado argentino y barman del Gondarem –cantina donde fado y aristocracia se acoplan–sometido a las manipulaciones del pérfido Isidro Lopes, maitre del Gondarem; el joven, sospechoso y atractivo Ricardo De Sanctis (¿cura, discípulo dilecto de el Patriarca de Lisboa o espía?)y el misterioso Oswald De Maeyer; el Sr. Mandelbaum, y la policía torturadora del dictador Salazar, los servicios de inteligencia; la actriz de cabaré Maryvonne de Lang y su hijo Esteban; la Condesa de Altamoente, la puta Teresa; Tania y Enrique Santos Disciépolo; el mayordomo de la Residencia argentina; el fantasma de Gardel; una tropilla de huérfanos encerrados en un barco, refugiados que huyen del avance nazi, una condesa italiana en muletas, príncipes tardíos, entre muchos otros.


Y así quedamos envueltos, en esa larga borrachera de la noche final, todavía capaces de burlarnos de nosotros y de los otros, de nuestros torpes intentos de zafar del dolor, en clave de comedia, en clave de melodrama, (que a decir verdad, es mi elemento) y si pudiéramos hacerlo bien, como las divas, enjoyadas y con una copa de champán, nos iríamos, novela en mano, cantando:

Quien sos, que no puedo salvarme
Muñeca maldita, castigo de dios...
Ventarrón que desgaja en su furia un ayer
De ternuras, de hogar y de fe...
Por vos se ha cambiado mi vida

("Secreto", E.S. Discépolo, 1932)



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