martes, 29 de octubre de 2013

Mascaradas

   “Todos dicen que la vida es un escenario. Pero la mayoría de las personas no llegan, al parecer, a obsesionarse por esta idea, o al menos no tan pronto como yo. Al finalizar mi infancia estaba firmemente convencido que así era, y que debía interpretar mi papel en ese escenario sin revelar jamás mi auténtica manera de ser."
(Yukio Mishima, Confesiones de una máscara, Capítulo III)
Terminaba la adolescencia cuando, por influencia de mi hermana creo, leí Confesiones de una máscara después de El pabellón de oro, de Mishima.
Era una época mishimesca, con pinceladas de cómic, de Tolkien, post #ataquepasiónCortázar, a pleno Bioy, después de los rusos, de García Márquez, Kundera y de Dickens, antes de Proust y de Marechal.
Creo.
Y leía a Mishima, y me parecía que un universo paralelo, nuevo, distinto, se abría ante mis ojos.
Y me daba cuenta que era eso. Las máscaras.
Todos las necesitamos, los adolescentes asmáticos y debiluchos sobre protegidos por madres voraces y abuelas aún más voraces, y las chicas argentinas que trabajábamos en bares de rockeros mientras terminábamos el colegio y nuestras familias se partían a la mitad.
Y militábamos en barrios de Berisso, e íbamos a las marchas de la Resistencia de las Madres en tren, mientras la Franja Morada copaba todos los espacios vinculados a la Universidad. Nuestros pequeños mundos.
(Y un funcionario radical con poder nos apretaba y amenazaba en nuestra escuela sin que ningún adulto de los que debían cuidarnos ahí se animara a defendernos, y ahora hablan de miedo. Esos mismos.)
Leíamos a Mishima y de a poco, íbamos comprendiendo algunas simulaciones.
La hipocresía como el único camino para sobrevivir entre tiburones.
Actores de mascaradas.
Estafadores de amistades.
Fingir y usar máscara.
No porque nos gustara alguien de nuestro sexo, como Sonoko, o porque fuéramos a un colegio conservador o porque nuestros padres pertenecieran a la alta sociedad. No porque como cualquier adolescente, tuviéramos fantasías de fuga hacia la muerte. No.
No porque en la "escuelita" nos hubieran embellecido la infancia con películas de teatro No, o de kabuki.
Porque andar a flor de piel, en ese estado de inocencia que implica mostrarse como uno es (?), sin simulacros, es como una invitación a ser decapitados, (también leíamos a Nabokov).
Y cuando ya grandes lo olvidamos...
Porque confiamos, porque gozamos en la amistad, en el calor liberador de quitarnos las máscaras por un rato al menos...
Los expertos en máscaras nos vuelven a lastimar,
escondiéndose detrás de sus sonrisas de papel maché
pintadas con acrílicos que brillan sólo por un encantamiento de pigmentos que nada tienen que ver con expresiones humanas.

domingo, 27 de octubre de 2013

Cuando "La Patria es el Otro"

(vuelvo a publicar este post, hoy más que nunca, La Patria es el Otro, la Patria es Néstor)

Gran parte de la izquierda de clase media argentina atribuye la conducta política de los sectores populares a motivos prejuiciosos e injuriantes. ¿Por que no escuchan más, conversan, observan?
¿Y dónde están, fuera de sus cabezas, esas construcciones políticas capaces de sostener un proyecto que implique los ideales de la izquierda y nos de cabida a las mayorías populares y de clase media?
¿Por qué creen que sus motivos para sentirse representados por tal o cual en defensa de sus intereses son más "serios" que los de otros? 
Los sectores populares, los sectores medios, son diversos, complejos, críticos, no homogéneos. Hay sujetos políticos comunitarios inabordables mediante las categorías de análisis tradicionales, es como si el lenguaje de "la política" quedara siempre corto para hablar de la la política.
Toda vez que la izquierda se hizo "izquierda nacional", (y se incorporó, en el caso de nuestro país) al peronismo, las contradicciones no desaparecieron, ni los debates internos, ni las disputas por asumir la representación legítima del pueblo (único legitimador).Lo mismo pasa ahora con el kirchnerismo. Y pasa en otros países que viven procesos parecidos. Pero esos debates, esas críticas, encuentran un cauce, un espacio para hacer política con otros, ese hacer, el de la obra, que en su propio hacer de algún modo pone en cuestión la teoría. Y el hacer con otros obliga a ponernos en duda a nosotros, a nuestras ideas; nos lleva a negociar, a escuchar, a aprender, a bajar el copete también.
Sino, cuando la izquierda no se incorpora a los movimientos populares, a mi me impresiona ver que se quedan lejos (del poder, que es intrínseco al sujeto político y al colectivo capaz de transformar); señalando, acusando, desde el reinado de las respuestas y las certezas, marcando los errores (siempre de los otros) y moralizando, formulando las denuncias y, casi siempre, desde la comodidad de estándares de vida muy por encima de los de los sectores populares, también, dicho sea de paso. Es decir, sin asumir la responsabilidad, la culpa, el sacrificio por el otro de los cuales habla este libro.
No habla de las preguntas que formulé al principio, pero a mí me llevó a pensar en eso. 

De muchas categorías (nueve más precisamente) de la filosofía política, y la deconstrucción hecha desde la filosofía de los impolíticos (Simone Weil, Carl Schmitt, los franceses luego,etc.), habla Diez pensamientos de la política,(FCE,México DF, 2012) de Roberto Esposito. Está organizado en diez capítulos, sobre los "módulos disciplinarios del saber del siglo XX": Política; Democracia;Responsabilidad (existir para otro, yo digo "La Patria es el Otro"); Soberanía; Mito (ineludible y hoy Mito2, mito del mito); Obra; Palabra; Mal; Occidente; Comunidad y violencia.
Si fuera latinoamericao quizá hubiera incorporado otras categorías, no lo sé. A mi esta lectura, que por momentos me cuesta porque hay que tener un bagaje filosófico que no tengo, me resulta muy estimulante.

Cuando "La Patria es el Otro"
Ilustración de Ariel Tancredi
La filosofía política, sostiene Esposito, es incapaz de pensar la política, tal vez porque formula las cuestiones "sobre la base de sus propios presupuestos. Respuestas con las que sustituye las preguntas que no consigue plantear, o que plantea precisamente dentro de estos presupuestos, estos es, en el lenguaje del método, del medio y del objetivo: la plasmación del orden, del mejor régimen, de lo útil colectivo, según las necesidades de un criterio inhabilitado para pensar la política, porque está ya en el interior de una interpretación específica suya." (Esposito, 2012:35)
Del mito, como obra en común y comunidad en obra, y del mito que ya es mito del mito, siempre que sea popular, es decir, nacido del pueblo y para el pueblo, afirma, es "instrumento de educación y síntesis social" (2012: 147). 
Y como se da en la política, en la esencia "del actuar, que es llevar a cabo", permite plasmar colectivamente ese otro mito que es el del "destino histórico", siempre que lo habilite (al mito, al sueño colectivo, al léxico que lo asume como propio y lo describe a la vez que lo niega). Así que más o menos por eso me interesa este libro, por lo mismo que en la política mi mito es el peronismo: Perón, Evita, Néstor, Cristina, que son mi comunidad, mi lugar de construcción con otros y para otros, mi lugar de hacer política con otros, mi léxico político, que es nuestro, que es La Patria es el Otro.
Aunque muchos de mis amigos se ofendan, se violenten, o acusen.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Un amor así

Un amor así.
Supongo que se habla de algo como eso cuando se piensa en la eternidad, en el infinito, en lo inconmensurable a escala humana.
Un amor así, que nos atraviesa, capaz no de vencer a la muerte, sino de imponer la vida.
El deseo de vivir.
Trepar a los sauces.
Volar en planeadores.
Darlo (casi) todo.
(Alivio de mi ego, cariñito mío, tesoro de mi alma.)
Una y otra vez, contra toda desesperanza, contra toda evidencia de lo absurdo, de la maldad que nos rodea, del sinsentido del mundo.
Amarlo en él a él, y a los que fueron antes que ellos.
(Y hasta a los que pudieron haber sido y serán en otros y no lo sabemos).
Amar hasta que duela, hasta que sangre, hasta perder el conocimiento.
Un amor tan poderoso que nos arranca a la vez toda la ternura, las fantasías más utópicas, las sonrisas más entrañables (desde las propias entrañas, cada molécula sonríe al ver esta foto) y todos los temores.
Gozar y temer al verlo nadar sobre la ola magnífica.
Temer y gozar al verlo partir y besar a una chica.
Y el tiempo pasa.
Y la vida pasa.
Y la muerte llega.
Estallan los átomos, Supernovas, enanas blancas, naves perdidas, océano de astronautas flotando para siempre en el espacio infinito...
Un amor así, de todas maneras, es como la eternidad.

En el muelle

Me siento en el muellecito, el río marrón corre debajo de mis pies, de pronto tengo veinte, diez, cinco años. Estamos esperando que se desocupe alguna canoa, unas aves cruzan volando hacia la isla, veo el puente de los suicidas,  un viento que parece de chiste me hace cosquillas en la cara, sólo me importan dos cosas: que la canoa no se desocupe antes de que pueda terminar de contar para mí cuántas veces lo vi al chico del balneario, y que el anillito de plástico que me dio, que salió del paquete de una golosina, no se me pierda nunca.

lunes, 21 de octubre de 2013

Amar y temer

"Jamás habíamos sospechado que pudiéramos sentirnos tan atados a la vida  por un vínculo de miedo, de ternura desgarradora. ¡Qué fuerte y libre era nuestro paso cuando caminábamos solos, rumbo al infinito, por la ciudad!" 
(Natalia Ginzburg, "Las relaciones humanas", en Las pequeñas virtudes

¿Y cómo explicar esto? ¿Cómo transmitirle este sentir, este modo de habitar el mundo, a quien no ha vivido la experiencia de la maternidad/paternidad (¿asumida?)?
Como con todo, el misterio del corazón humano, empatía, ¿es posible entender a otro? Pero...estamos solos, siempre, y el lenguaje (sea el que fuere) nunca alcanza, ni siquiera la música, ni siquiera el cine. Y sin embargo....
Cuando murió mi padre, hace casi 20 años, un amigo me sacó de la casa velatoria y me llevó a dar una vuelta manzana para fumar un pucho y distender. Yo entonces fumaba, y mucho. Recuerdo que me abrazó y me dijo: "bienvenida al club". Era el club de los huérfanos.
En mi círculo de amistades muchos habíamos llegado a esa suerte de "membresía" de manera precoz, incluso, algunos ni siquiera recordaban a su (madre/padre) y habían construido sus imágenes a partir de relatos ajenos, fantasías, deseos, alguna foto...
Quienes aman a sus padres, más allá de los conflictos, y no han perdido a ninguno, ni remotamente imaginan de qué se trata. Cualquier otra pérdida que hayan vivido de un familiar ajeno a la familia nuclear es como una caricatura del dolor de la orfandad.
Uno los escucha en sus duelos por otros familiares, sufrientes, y se pregunta cómo harán para afrontar ese otro dolor cuando les toque. Lo harán, como lo hacemos todos, muriendo un poco. Y desde ya, ni siquiera menciono los otros duelos innombrables, inimaginables....Vivir con miedo, con esa ternura desgarradora, dice Natalia G. 
Y ver cómo día a día se van desinteresando de nosotros, porque algo bueno, al menos algo, hemos hecho al criarlos....
Supongo que llegar a la adultez con uno de los padres vivos es un privilegio que no deberíamos desaprovechar. Y más si nuestros hijos pueden conocer el vínculo de tener al menos un abuelo/a. Pero como ocurre con casi todas las relaciones humanas, esos descubrimientos suelen llegar tarde, como cuando en pleno desierto el caminante imagina durante kilómetros que hay un oasis, plantas, quizá hasta un ciruelo de fantasía, pero cuando al fin llega, ya se apaciguó su sed.
Pero ese otro miedo....
(Y ese mundo lleno de hijos de puta al volante....)

lunes, 7 de octubre de 2013

O2 sin (H), comentario interesado acerca de una intervención artística



2 de abril, 2 de octubre, a seis meses de la inundación de la cuidad de La Plata, el espacio urbano de esta capital se ha transformado. Durante la jornada, diversas expresiones políticas, artísticas, educativas, ocupan la escena pública e institucional. (Y en la intimidad de las casas, y en la intimidad de los cuerpos...)
O2 sin (H). 
Inspiro, expiro, cargo de aire nuevo mis pulmones. Te cuento que
El espacio, afirma Doreen Massey, es fruto de las relaciones, y para que exista, debe haber multiplicidad (Massey, 2005:104). Las relaciones forman sistemas, abiertos, diversos ,en movimiento, en conflicto.
El espacio es la condición de la política, pues en las interrelaciones (yo, el otro/ los otros, el dispositivo del poder) se construyen las identidades, las subjetividades y los objetos, que son producto de la perspectiva, de la paralaje (el movimiento aparente de un objeto causado por el cambio en la posición del observador, esto dice Slavoj Žižek).
¿Y acaso no es también la condición de la obra de arte? Espacio, movimiento (tiempo), interrelaciones, percepción de objetos (que pueden ser también sujetos).
El arte, la obra, instaura mundo, dijo un filósofo de la Alemania destructora.

Bajo al sótano por una escalera estrecha, me envuelve la música de Chopin, que fue antes que yo pero forma parte de mi presente, es constitutivo de mi subjetividad, llega mediante un lenguaje abstracto como la música, que no comprendo ni sé, pero que siento y ...veo en los cuerpos, las expresiones de los otros, los ojos, humedecidos, sus interpretaciones de...
La película que hace foco en las gárgolas de los edificios neoclásicos, hijos de una decadente, pretenciosa y soñadora tradición francesa, o sobrinos de una Italia neobarroca re interpretada, traducida, por los constructores que instauran mundo, acá, en este pozo-ciudad, pozo sótano, de espaldas al río. Al río, a los arroyos, que se la terminan cobrando. Tal vez enfurecidos porque la ciudad los niega, porque acá pareciera ser la pura arquitectura que ostenta, que encarna los símbolos de la ciudad utópica, ilumnisita, perfecta en su cuadratura hundida en su negación. Perfecta en su imperfecta, indiferente cuadratura que excluye, seduce, cautiva, atrapa. Y luego por los especuladores y mercanchifles que hacen negocios con el Estado municipal y lo desangran, nos desangran. Ciudad amada, tanto que entonces no ve(mos): las cloacas los arroyos, la mierda que correrá por calles convertidas en ríos, como corre por la orilla de las villas en las que viven nuestros hermanos, nosotros ahora vueltos Ellos, los otros, les autres.
Afuera, donde estaba el miedo a los otros, ahora está el agua, adentro, donde estaba el territorio protegido, está el agua podrida...¿Y el refugio?
(El refugio, como siempre, son los otros, como la Patria).
Y se hunde en un balde un ejemplar de La casa de los conejos para que no olvidemos que cuando se hundía en su profundo pozo de lágrimas Chicha, que cuando Diana y sus compañeros se ahogaban en su propia sangre, la ciudad, una parte de la ciudad, le dio la espalda a sus hijos. Benditos hijos, carne de cañón del mal, que se apropió de las calles, de las casas, del espacio público, del privado, una vez más. Y en la catedral aún incompleta y sin torres, como un macho herido en su virilidad inconclusa, vengativo, vive en aquel año aciago otro monstruo que señala y marca a los corderos que irán al sacrificio...en el espacio de los 70. Y ese monstruo a quien llaman "Mi Señor" (Monseñor) se pone una máscaras y simula una escena de solidaridad con las madres que buscan, preguntan, por el destino de sus hijos que se hunden en otros pozos, sótanos, olvidos.
(Inspiro, aire en mis pulmones, recordar a los hundidos...)
Como ahora, que es en este pozo. Y esa pobre mujer, que interpreta M, (detenida en un presente perpetuo de inundada, siempre víctima y ya no Fulana o Sultana). Repite códigos de colores y palabras, seca su antología de poemas de Almafuerte, le habla a otro sordo que está como ella, paralizado, frozzen, como el animal humano que no lucha ni huye, y se queda así, repitiendo, escribiendo (en un gerundio eterno y en una pizarra) los nombres del horror disfrazados de palabras de una cotidianidad que ya no existe: "el bajo mesada amarillo, la toalla celeste, los libros azules..."
Y Arlt hundido, destruido como en efigie de la Inquisición, en ese balde iluminado por una lamparita, como se hundieron las fotos, las bibliotecas, los ahogados, los futuros y trepan, como en la película Villa Francia, las torres infértiles que nos tapan el sol y nos tapan de pestilencia...Ese olor, que se nos mete en los tuétanos, como decían los viejos...Y trepan los hongos y se desparrama el petróleo como en el espacio global, en las guerras de Medio Oriente y en la patria de Bolívar, para que un puñado de familias se adueñen de todo el espacio, y puedan ser cada vez más ricas y aplastarnos y hundirnos y ahogarnos en sus deshechos...Ya ni bombas necesitan como antes.
Con las catástrofes es suficiente, organizan la tragedia y organizan el espectáculo, como en los objetos recuperados que exhibe P, como si hubiera un orden inferior, el del sótano, y ellos allá arriba, arriba, tocando el cielo casi...
Y Chopin, y esas fachadas racionalistas, prolijas, perfectas, en módulos a lo Bauhaus, que dialogan con la casa Curuchet del arquitecto belga, insertadas en medio de nuestras bellas casas chorizo, de puertas de doble hoja que abren hacia las galerías llenas de plantas, como si fuéramos trópico y húmedo, con nuestra vegetación importada que se cruza con la autóctona, capricho de paisajistas, de locos, de soñadores, de autoritarios oligarcas que porque pagan, mandan. Y los ginko en los jardines de las casas chorizo, en el bosque, frente al museo del Perito Moreno y los eucaliptos, y naranjos, y tilos, y paraísos, fresnos, ciruelos, palos borrachos, y mis amados jacarandaes de diagonal 73 (protagonistas de mi novela platense fundacional, esa que todos los que escribimos alguna vez escribimos) y esos palacetes para una aristocracia que nunca vino, que se quedó en la gran ciudad puerto, la dueña de la aduana y la tarasca, de la plata, y de La Plata, siempre seducida por ese espejo en el que se mira, sin verse cuando...
Se niega a mirar a Berisso y sus casitas de chapa, como señala una espectadora, no quiere ver el río, no mira las casas sobre pilotes de la Ensenada donde se resistió al pirata invasor , ni los chalecitos californianos de mi barrio, que mandó a hacer Evita para su pueblo amado; se encierra sobre sí misma, se vuelve una neurótica, se la cree, soy pura luz, Universidad, República, Administración, Palacio comunal, ciencia y saber, no me vengan con esos negros de mierda, por favor, Los Hornos, Altos de San Lorenzo, Tolosa, Villa Elvira, Ringuelet.....te acepto un City Bell, una Villa Elisa (que era, dicen, el nombre tanto de la esposa como de la amante de Uriburu), un Gonnet, pero esos barrios.........que ni se sabe dónde quedan, qué micro (como decimos los platenses) te lleva...inundados.
Y el alambre que ata y desata P, se despliega cual metonimia del campo de concentración prisión, sobre la proyección, hasta llegar de nuevo al círculo sin encontrar su cuadratura que se mueve detrás, en imágenes, mientras los enloquecidos, cual locos arltianos, repiten el presente ("anotá verde, anotá rojo, no puedo despegar las páginas....perdimos todo...todo, sobre todo el centro, el equilibrio, el ser"), y la ciudad, metáfora de las teoría de las correspondencias de Swedenborg, maqueta del infinito perfecto, de lo sagrado (que es lo que tiene centro y destino, orden y templo) se va derritiendo, se hace agua, porque al fin, todo lo que el hombre hace está destinado a devenir, a mutar, a extinguirse y desaparecer como el cuerpo mismo, que se hunde en el agua, como los edificios, porque osamos creer que la naturaleza es una sometida, una mujer a la que golpea el dios de Occidente, el señor Creso, dueño de los negocios, y las torres, y las cloacas, el petróleo y los puestos de trabajo de los obreros y de los profesores, de los doctos y los no-doctos, de la Universidad que antagoniza con la No-Universidad y se vuelve polémica; y del espacio. Pero no del tiempo, y de las almas humanas que al final, aun permanecen cuando la tierra tiembla y se viene el diluvio.
Y se escuchan los ecos de las voces de todos los que hablan, los que vinieron, los que no vinieron, los que ya no están, y es su palabra, incluso su antagonismo, el que inaugura la posibilidad de un nuevo espacio en donde quepamos todos...
Si tan solo recordamos que hubo otros, antes de nosotros, y que hay que honrar su memoria... Viviendo. Y que habrá otros, después de nosotros, y que hay que habilitarles el espacio, luchando.

Inspiro, respiro...


(este comentario es mirada, recorte e interpretación inmadura de la intervención realizada el 2 de octubre en El Puente Arte y Cultura, La Plata, con María Ibarlín, Nelson Mallach, Sebastián Díaz, Pablo León y un público diverso y encantador)