sábado, 17 de febrero de 2018

Viajando con libros y amigas

Con mi amiga M nos vemos muy poco. Ella es bastante errante, y además sus lugares de vivir y hacer mundo quedan lejos del mío.
Sin embargo, llevamos dos décadas por lo menos haciéndonos lugar para los encuentros cara a cara, donde retomamos cada vez una larga y diversa conversación que vamos teniendo en distintos medios a medida que la tecnología y nuestros modos de comunicarnos cambian. En un tiempo "hablábamos' por mail, luego fue por chat, más adelante Facebook, ahora también Instagram y WhatsApp, o más bien guásap, como dice ella , en su particular léxico que mezcla el formoseño con el catalán, el catalán con el platense, el platense con el porteño hasta lograr una lengua propia y exclusiva. Además del guásap, me pegó el castizo (¿o catalán?) wifi (pronunciado así: vuifi). Cada vez que lo digo así hablando con otras personas que no son M, es como si ella estuviera un poco ahí en el significante, aunque mis interlocutores crean que lo digo "mal" o no comprendan el sentido de  mis guásap y mis vuifi, y hasta es posible que me haya apropiado de estos vocablos de su léxico y los haya cambiado un poco yo misma.
Con mi amiga M tenemos en común el signo zodiacal. No entiendo casi nada de ese asunto, pero me consta que a ambas nos encanta comunicarnos y charlotear. ¿De qué hablamos? De todo. De los léxicos familiares y de la amistad, de libros, de los hijos y las hijas, de las parejas, del amor, de psicoanálisis, de política, de viajes, de las redes, de educación, de culturas y lecturas.... la pregunta correcta sería: de qué no hablamos.
Nos gusta también hacernos saber una a otra cuando hay esa empatía que se vuelve serendipia, y sacamos a pasear al mismo tiempo aunque en espacios lejanos el mismo libro. Ella lo va leyendo en la costa del Uruguay o en un "bus" que se demora en su regreso a Formosa, y yo lo voy leyendo por segunda vez en un micro que se demora en La Plata.
Y nos mandamos fotos del libro, porque es un libro sobre esas amistades femeninas que nos ayudan a sobrellevar los males de este mundo, entre otras cosas.
Porque como cuenta  Margarete Buber- Neumann en su libro  homenaje a su amiga Milena Jesenská, Milena escribió "si se tienen dos o tres personas, qué digo, si se tiene una única persona ante la cual se pueda ser débil, pobre de espíritu o estar triste sin que ello nos haga daño, entonces somos ricos. La tolerancia sólo se puede exigir a los que nos aman, nunca a otras personas y sobre todo jamás a uno mismo".

Y así, en el campo de concentración de Ravensbrück, estas amigas (que ya son también amigas nuestras, de M y mías) resisten a la muerte que acecha y la opresión que pretende convertirlas en fieras deshumanizadas mediante su amistad, mediante la palabra. Y en sus conversaciones robadas a la vigilancia de los guardias SS, aparecen los hijos, los libros, la política, los hombres que amaron y aman, las formas de resistir al fascismo, Kafka, los amigos que murieron, los padres y las madres  neuróticos, la patria que añora cada una, la lengua materna, la ropa, la moda, su amistad.

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