viernes, 23 de marzo de 2018

El filo de tu hacha

Me presento casi desnuda ante sus ojos.
Si fuéramos deidades griegas, esto probablemente constituiría un elemento que precipite la tragedia, el castigo.
Si yo fuera una reina medieval que se pasó de la raya atreviéndose al deseo,
mi final estaría pronto.
Malditos y benditos gauchos cuchilleros,
en tu guerra ancestral no hay lugar para una mujer bastante cursi de este siglo decadente.
Maldita herencia rusa que impone el lamento cuando sueña desafío.
Si fuera una china brava te cortaría y tal vez lamería tu sangre, sin mediar palabra.
Pero yo bajé de los barcos y vengo de una estepa donde se crían cabras y se cultivan coles, nabos, vodka y revoluciones sangrientas, y el Pueblo del Libro no sabe sin palabras; vengo también de unas islas mediterráneas de allá y de acá donde el bautismo nos es amor sino pasaporte obligado para la salvación, pero el sol, el vino, la música y el mar siempre compensan e invitan a los placeres en la playa.
Y vos, como un verdugo que ha estado esperando el momento preciso porque no puede evitarlo, me hacés un mudo gesto que sugiere que desnude también mi cuello para que me lo beses con el caluroso filo de de tu hacha.

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